La marrana


la-marrana1_cartel El otro día repusieron en TVE la película de José Luis Cuerda, «La Marrana», con la participación de Antonio Resines, de un amplio elenco de viejos conocidos del cine español, algunos más brillantes, Agustín González, Manuel Alexandre, Fernando Rey, y otros menos, Cayetana Guillén Cuervo o el Gran Wyoming, que tiene un discreto papel (mejor así). Y con la participación estelar (pido disculpas por la repetición, pero el énfasis es necesario) de Alfredo Landa.
La película trata de un par de pícaros que, a finales del siglo XV, arrean una marrana camino de Portugal. Uno de ellos es un desertor que la ha apañado en algún lugar y el otro un excautivo de Túnez que se muere por meterle el diente. Y qué bien hace esto el amigo Landa, con unas miradas, unos suspiros y unos gestos y ademanes que sólo de verlos le entra hambre a uno. En fin, una película muy en el estilo de nuestro cine de ayer y hoy, con mucha ambientación histórica made in Spain, con castillos, calles y monasterios destrozados, ruinas ruinosas, harapos, mucha vida alegre en ventas y prostíbulos, y mucho pecho al descubierto (hay uno que, aunque no venga mucho a cuento en el guión, el cámara nos muestra en estático durante un par de minutos, recreándose en los detalles de su geografía lunar).
Pero lo mejor de la película son, sin duda, los diálogos, sobre todo los que corren a cargo del personaje que interpreta Alfredo Landa (¿casualidad?). No sé si serán cosecha propia del guionista o si estarán sacados de alguna obra de la época. El caso es que no tienen desperdicio, pues consiguen amalgamar, en difícil equilibrio, la picaresca con la sabiduría popular. De muestra, rescato dos: «Los hombres somos como el plomo y el oro, que una libra de uno pesa lo mismo que una libra del otro, pero no se les tiene el mismo aprecio». Y el otro: «Convéncete, hombre, el pobre siempre está en tierra ajena».

 

2 comentarios sobre “La marrana

  1. Suena interesante. Habrá que verla, aunque el destape gratuito, tan español, me echa para atrás. ¡Qué poca confianza en sí mismos han de tener los directores españoles, para tener que recurrir siempre a eso!

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